¿Estamos regalando nuestros datos a cambio de experiencia de usuario?

Introducción
En la era de la hiperpersonalización, donde la experiencia de usuario (UX) lo domina todo, estamos cruzando líneas muy peligrosas en materia de privacidad. La promesa de una experiencia digital perfecta está generando una tendencia silenciosa pero crítica: la aceptación, casi automática, de conservar nuestros datos personales durante plazos excesivos. El riesgo no es menor. Está en juego uno de los pilares fundamentales del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD): el principio de limitación del plazo de conservación. Si bien la norma no establece un mínimo plazo (en mi opinión particular, un despropósito regulatorio, típico de Leyes marco).
Como abogado experto en derechos digitales y director ejecutivo de una startup tecnológica, me veo compelido a considerar las ampliaciones de conservación de datos que ya están proponiendo como un consentimiento los LLM para ampliar la conservación de datos hasta 5 años. Y entiendo que supone una infracción directa y fundamental al principio de no conservación de datos personales y confidenciales establecidos en el Reglamento General de Protección de Datos Europeo.
El peligro de la hiperpersonalización mal entendida
Empresas tecnológicas y desarrolladores de IA están normalizando la idea de que, para ofrecer una experiencia más fluida, necesitan conocernos mejor. ¿Y cómo lo hacen? Prolongando el almacenamiento de datos personales: historiales, patrones de comportamiento, interacciones y más. Todo en favor de una UX optimizada.
Pero no se trata de un intercambio justo. La mayoría de los usuarios ni siquiera son conscientes de que su consentimiento puede estar siendo manipulado por prácticas oscuras de diseño (dark patterns). Esto, evidentemente, implica una vez más, como ya avisamos en otros artículos e intervenciones, la confrontación entre la visión tecnológica humanista, segura y ética de Europa y la vorágine de implementación tecnológica de otros países como Estados Unidos y China 8principales proveedores de IA generativa).
RGPD: El muro (o fina alambrada) que protege nuestros datos
El artículo 5.1.e del Reglamento General de Protección de Datos es claro: los datos deben conservarse únicamente durante el tiempo necesario para cumplir con la finalidad por la que fueron recogidos. Ampliar estos plazos bajo la excusa de mejorar la UX no solo es un abuso del consentimiento, sino una amenaza directa a la privacidad.
Este principio no es decorativo. Es la barrera legal que impide que seamos permanentemente observados y perfilados. Sin él, los modelos de lenguaje de gran escala (LLM), los asistentes virtuales y los sistemas de recomendación podrían justificar conservar todo sobre nosotros indefinidamente.
¿Qué dice la nueva ley de IA en Europa?
La IA Act, a su vez, impone obligaciones estrictas a los sistemas de alto riesgo, como muchos de los modelos que operan con grandes volúmenes de datos personales. Exige transparencia, trazabilidad y supervisión humana.
Sin embargo, todavía queda un vacío crítico en cuanto a la conservación de datos con fines de entrenamiento y personalización. Lo que se antoja un descuido no exento de suspicacias para quien suscribe. Aquí es donde más debemos estar vigilantes.
Conclusión: el consentimiento no es un cheque en blanco
Aceptar “mejoras” en la experiencia digital no debería equivaler a entregar nuestra identidad a largo plazo. El consentimiento informado implica comprender, decidir y poder revertir. Y sobre todo, implica que no se puede guardar lo que ya no es necesario.
Desde la práctica profesional y la dirección de proyectos tecnológicos, sostengo con firmeza: la experiencia de usuario debe construirse con respeto, no con vigilancia encubierta. La clave está en innovar sin atropellar derechos. Y eso comienza por no ceder nuestra privacidad por una supuesta personalización que, en realidad, nos despoja del control sobre nuestros propios datos.